Giles de Rais, quemado en la hoguera y enamorado de Juana de Arco. Una de sus extrañas conductas era las de dormir profundamente tras entregarse al asesinato y el orgasmo de cadáveres infantiles, y mandar guardar las cabezas de estos niños para luego pintarlos y celebrar, con estas cabezas, concursos de belleza. Amigos e invitados votaban y premiaban una de las cabezas que luego Gilles usaba para sus propósitos necrófilos
17.6.08
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